Cooperativismo Juvenil
Abstract
La sociedad en que vivimos es asimétrica y desigual, y la familia muchas veces está astillada, lo que hace más difícil el camino del adolescente. Más de la mitad de la población Panamá es menor de 25 años y el 57% de los pobres tiene menos de 20 años. No es igual ser adolescente o joven en un contexto de pobreza, que en uno de abundancia; o en un ambiente rural, indígena, que en uno urbano. Mucha de la responsabilidad de lo que se pasa con muchos jóvenes la tiene la propia, sociedad al no proporcionarles las debidas oportunidades, incluso invisibilizarlos estigmatizarlos. Es el caso de las niñas adolescentes y jóvenes, viven etapas de su ciclo vital que se reproducen e incrementan en su vida adulta. El 30% de los adolescentes son embarazadas entre sus 15 y 19 años, lo son por hombres mayores de 25 años. En la mayoría de los casos, estas jóvenes no reciben apoyo para continuar sus estudios, ni para fortalecer la autoestima, lo que reproduce en sus hijos e hijas las condiciones de exclusión y minusvalía, transmitiéndolo también a otra generación. Uno de los desafíos más difíciles y complejos es la reconstitución de la trama social y familiar. Al aumentar la presión económica y social se incrementa la capacidad asociativa; pero cuando la presión llega a ciertos límites, las redes se cargan y los sistemas sociales dejan de funcionar, con consecuencias desastrosas para familias y comunidades. La violencia gestada en la anomia social y en una escasa capacidad asociativa, debilita gradualmente las organizaciones comunitarias y conspira contra ellas. Cuando la trama social es fuerte a través de una red densa de organizaciones y asociaciones (Cívicas, reivindicativas, juveniles, cooperativas, iglesias, grupos de padres de familia y maestros, ligas deportivas y clubes sociales, entre otros), o cuando los valores familiares se mantienen y fortalecen, se abren más posibilidades de equidad y se producen condiciones para reducir la vulnerabilidad.
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